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Javier Jaramillo Frikas
Lunes 9/octubre/2024
Una realidad insoslayable es que a una semana de iniciar el gobierno de Margarita González Sarabia Calderon, Morelos se sigue desangrando, como es evidente que los antecesores en las diversas áreas —fundamentalmente funcionarios de seguridad— “sembraron de minas” que estallan en calles y prisiones, en tanto la parte oficial apenas busca sentarse y conocer de los otros puntos relevantes, digamos los estados financieros, si quedan “partes sanas” materiales y cuánta gente sigue ahí, saboteando tareas de los recién llegados.
Foto: Miguel Angel Urrutia Lozano
Si bien siete días serían nada para observar cambios, el cúmulo de hechos provocados por los idos en cárceles, la violencia desatada en las últimas semanas (todo el sexenio de los blanquistas, intensificado en el último mes), el desorden administrativo, las trampas burocráticas, las provocaciones extremas de las horas previas al cambio el lunes-martes pasado que los hermanos Blanco—Bravo prácticamente desafiaron a la nueva gobernadora, tanta mugre, todo ello obliga a actuar directamente y ya.
Históricamente las transiciones de los gobiernos no son tersas, pero hoy mismo con el entorno de la violencia generada por grupos u organizaciones que han rebasado a los gobiernos estatales surge la necesidad de tomar medidas firmes y contundentes que provoque tranquilidad social, que el nuevo aparato de la burocracia mediana y superior, se active y accione. No existen plazos, seguramente todas las dependencias del gobierno estatal las encontraron vacías, o con bombas de tiempo.
A la sociedad no le importa saber quiénes son o que hacen los delincuentes mayores y de toda monta. Pero si contar con la certeza que podrá caminar por sus calles como hace mucho tiempo no lo hace. Ahora, es cierto que una transformación no es inmediata, pero los gobiernos en todo orden, podrían preguntar al morelense “pie-tierra” si están en condición de que en dos, cuatro, o seis años, que la violencia se desató y no se detiene, soporten lo que han vivido estos últimos 25 años o, más simple, las ultimas cuatro semanas.
¿Entonces habrá que activar alarmas por todos lados? Si, no queda otra. La sociedad morelense que en un 90 por ciento no conoce ni le interesa si existen diferencias transexenales, lo único que percibe son los hechos violentos que de tan reales los medios silencian y las redes sociales toman un rol protagónico con recepción directa —precisa o no— en los hogares.
Quizá en áreas oficiales no lo sepan, pero de 10 hogares morelenses, diez se sienten desprotegidos.
En efecto, en la mayor parte son herencias de una semana, seis años y varios lustros, de pérdida cinco. Morelos no ha logrado avanzar en nada. No existe infraestructura, dejamos de contar con una base industrial mediana siquiera, desde los gobiernos en el 2000 dejaron entrar a la antesala del poder estatal a poderosos grupos que no tardaron en echarse en las alcobas de los jefes del ejecutivo. Es un hecho que en los altos círculos conocen. Ni han podido blindar a los prestadores de servicio en la entidad, de otro flagelo mayor como es “el cobro de piso”.
No será fácil, pero…
No es lo que digan los medios o un servidor, eso no deja de ser opiniones personales no verdades generales. Sin embargo, la circunstancia de hacer, vivir, formarse y respirar en este bello lugar como es Morelos, y luego la realidad que muchos —centenas de miles, la inmensa mayoría— nunca saldremos de la entidad por razones mayores a la violencia, los malos y peores gobiernos, la grave cotidianeidad de la muerte en calles y veredas, los avisos que son propios de este territorio o llegan desde Chilpancingo en la cosa política.
Terrible.
¿Quienes con un tanto de juicio van a aceptar vivir bajo ese esquema de acciones sangrientas y fuera del control oficial?
Margarita González la gobernadora, llega con las mejores intenciones, genera expectativas, es una mujer comprometida, honrada, quiere hacer las cosas bien, se nota en su diario quehacer.
Sabe que no son casualidades que estallen temas como la del penal o la violencia sin control. Trae la legitimidad del 2 de junio, vertebra un equipo que, igual que ella, se encuentra con la realidad de la herencia de un fallido gobierno. Sobre esas bases están sentados. Van siete días y la velocidad de los hechos muestra los estragos de lo mal habido a partir de su antecesor inmediato y los que ahí han gobernado desde el 2000.
El estado de las cosas no cambia con una vara mágica. Ahí están los hechos como igual se encuentran las herramientas de los recién llegados a gobernar. Las trampas no se ven hasta que estallan. Se cuenta con órganos autónomos convertidos en espacios inútiles de su función, que colaboran en el caos. Los otros poderes ahí están, uno inutilizado como el judicial y el otro, los diputados, en formación de su estructura.
¿Que hacer para que caminen en conjunto en beneficio de todos los que aquí vivimos?
Es tan corto el tiempo que los pre-juicios no funcionan. ¿A quien pedir ayuda? De inmediato al gobierno de la presidenta Scheinbaum o para que el corredor CDMX-Morelos—Guerrero sea cubierto policial y militarmente. Los avisos del sur no son buenos, están descontrolados, la realidad del de en medio—Morelos— es clara: no existe hace años la seguridad, la prevención, tampoco la procuración, ni la administración de justicia. Y en la gran capital mexicana está, en su centro de poder, la obligación de darle rumbo a nuestra y la vecina tierra guerrerense.
Porque si atrapa una gripa a Guerrero, se transmite ipsofacto aquí. Eso ha sucedido históricamente.
¿Quien no desea un Morelos mejor, con justicia y desarrollo?
No hay más que comenzar a hacerlo, y bien…
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